En El Salvador, la administración de Bukele ha sorprendido al mundo con la implementación de cárceles de máxima seguridad. Más allá de la polémica, lo que destaca es un concepto claro: control, protección y garantía de que nada ni nadie ingrese o salga sin autorización. Este mismo principio, aunque en un ámbito distinto, podría inspirar a los países de nuestra región en la forma en que diseñan y ofrecen servicios tecnológicos para data centers.

Los datos se han convertido en el “nuevo oro” del siglo XXI. Empresas, gobiernos y ciudadanos necesitan procesarlos y resguardarlos bajo condiciones de máxima seguridad, al igual que los prisioneros más peligrosos. No se trata solo de infraestructura física, sino también de blindaje digital: firewalls, inteligencia artificial, protocolos que aseguren que la información no pueda fugarse, corromperse ni ser objeto de ataques.

Esta lógica de seguridad tecnológica ya la aplican plataformas globales. Por ejemplo el software de análisis cualitativo Atlas.ti permite a sus usuarios elegir dónde procesar con tecnología de inteligencia artificial sus datos de investigación -Estados Unidos o Europa- para que cada investigador decida dónde se siente más seguro. Lo mismo ofrece openAI con ChatGPT para determinados clientes.

Lo anterior revela una tendencia: la seguridad vende.  Hoy,  el lugar de procesamiento de los datos no es un detalle técnico, mas bien es un criterio estratégico que los usuarios evaluarán al contratar servicios digitales.

👉 Si El Salvador logró convertir la seguridad carcelaria en su “marca país”, ¿podría Chile hacer lo mismo con la seguridad digital y posicionarse como líder en protección de datos?